En nuestra actualidad hiperconectada, dedicamos entre ocho y catorce horas diarias mirando dispositivos electrónicos. Esta exposición continua representa un desafío considerable para nuestro sistema visual, que debe realizar ajustes constantes para procesar la información digital.
Las pantallas digitales requieren que nuestros ojos realicen microajustes permanentes para mantener la nitidez de las imágenes. Este proceso demanda un esfuerzo muscular sostenido que raramente experimentamos en otras actividades cotidianas.
Durante la visualización de contenido digital, tendemos a reducir drásticamente la frecuencia natural de parpadeo. Mientras que normalmente parpadeamos entre quince y veinte veces por minuto, frente a una pantalla esta cifra puede descender hasta cinco o seis veces, afectando la hidratación natural de la superficie ocular.
El mantenimiento del enfoque visual en distancias cortas durante períodos extensos puede generar tensión en la musculatura ocular. Este esfuerzo continuo representa una carga significativa para un sistema diseñado para alternar frecuentemente entre diferentes distancias visuales.